Un amigo me ha ofrecido "La décima sinfonía" de Joseph Gelinek, para estos días de vacaciones. Todo un detalle. Un detalle que agradezco. Pero he tenido que rechazar la oferta. Encantada probaría yo a leer ese libro. Pero no ahora, con tantos peligros.
Cuando el libro es mío, no me importa. Monte o playa. Cada uno con sus riesgos. Que si restos de ceniza tras el fuego para hacer sardinas. Que si arena incrustada en las costuras porque se ha salido el libro de la bolsa de playa. Uf, los libros vuelven de esas salidas un poco maltrechos a veces y luego ... uy, perdón, se lo llevo una ola. Que no, que no. Que los libros prestados reposan en casa. En la balda especial para libros "con vuelta". Que para el verano mejor una edición de bolsillo comprada en cualquier esquina y que si no vuelve entero no pasa nada. Yo más tranquila.
Lo confieso, a mí no me importa que me devuelvan los libros con alguna huella, bien lo sabéis, pero ...siento un respeto grande por los libros ajenos.
Un beso y buen día de verano. mjo
si es verdad,cuando te dejan un libro dan ganas de ir a la libreria y comprarte otro igual para leerlo tranquilo asi no hay peligro si se mancha de aceite de lata de sardinas en tomate que saben muy ricas o de kectchut de un bocadillo de salchicha
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