"Antes de que los signos se volviesen para mí descifrables, eran sonidos, y eran los mayores quienes poseían la capacidad de traducir los signos en palabras y con las palabras construir un cuento ... De modo que leía escuchando. Y oliendo. Las palabras de las historias estaban indisolublemente ligadas a los olores.
El tío Rodolfo leía historias de las que emanaba un olor a clavo de clavel mezclado con una infusión que tenía un nombre precioso: karkadé. Las historias que leía Rosinella olían a manzanas porque la estancia de la buhardilla donde me las contaba estaba llena de pequeñas manzanas verdes. Las historias que me contaba mi madre olía a frío: estábamos en el país de la nieve y siempre era invierno, o casi."
Los libros son tímidos. Giulia Alberico. Periférica.
Le he preguntado a mi hijo. Las historias que le leo huelen a calentito.
Un beso. mjo
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