miércoles, 10 de febrero de 2016

Ridícula yo


No hay de nada de malo en tener bragas con imágenes de la Pantera Rosa o de Mafalda. No hay nada de vergonzoso en que se te caiga una prenda desde el colgador y aterrice en la terraza de una vecina. No hay nada reprochable en no saber cómo actuar y esconderse un rato hasta que dicha vecina deje de mirar al cielo, preguntándose de dónde caen semejantes prendas mojadas. Lo malo, lo verdaderamente embarazoso es que las mencionadas bragas aparezcan en el ascensor y se las encuentre tu marido acompañado de tu hijo. (Sólo faltaba la suegra, la monja y el revisor del gas en este cuento.)

No me pasó a mí. Sino a la amiga de una amiga que conozco. Nada que ver conmigo. Nada. Nada. Nada.

Las bragas, con una imagen de Mafalda (preguntándose algo acerca de las moscas, o los gusanos, no estoy segura) cayeron desde el 3º hasta la terraza del 1º y fueron a caer encima de la cabeza del niño nieto de la vecina, que dicho sea de paso tiene muchas malas pulgas. La vecina que mira para arriba, la amiga de una amiga que conozco que se esconde para no ser vista. La ropa mojada en el cubo, tras salir de la lavadora, que ya no podrá ser colgada hasta que las sospechas terminen. Casualidad puñetera, en la cuerda hay otras bragas de Mafalda (pero con otro dibujo). Sólo cabe rezar profundo y esperar que un meteorito borre las huellas de dicha desgracia y después paz y mañana gloria.

Pero no. 

Un beso de esto solo le puede pasar a la amiga de una amiga que conozco. mjo

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