Se lo pasaron pipa. Y nosotras también. Trabajar mucho no trabajaron, pero comer... se lo comieron todo. Claro, hubo que ir a por más. Y ahí, veloz y desenvuelta, la más lista de este grupo de tres. Yo, vocación de cocineros mucha no les vi. Más bien de catadores. Y de golfos. Sobre todo el de la visera azul, que lo mismo atacaba el queso que los lacasitos. Tremendo. Mientras, el de rojo, se comía el poco jamón que había. Decidimos no intervenir, pero la cosa pintaba sin prisa y era hora de irse a dormir. (Bueno, y a todo lo demás: ducha, repaso, cena, un poco de lectura...) Quedó todo como al principio estaba, limpio y ordenado (más o menos) y ellos más que satisfechos con la idea de que nada es imposible y que el directo ... es el directo.
Suerte chicos, que tengáis un buen día y que el pintxo os salga sabroso.
Un beso de pan. mjo
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