martes, 1 de enero de 2019

Empezamos bien


Más tonta que un botijo soy. Anoche me pillé alegrillo con el sorbete de limón y después de unas risas con las fotos familiares haciendo un poco el ganso y otro poco el payaso, me puse tierna y sensible y aún hoy, después de nueve horas de lo que pretendía ser un reparador sueño, me levanto con la lágrima floja y el corazón hinchado de cariño y esperanza. 

Al año nuevo, pobre, cada año le pido lo mismo y cada año caigo en el error que de no es él el que debe traerme nada, sino yo la que debo darle al año todo lo que bien merece. Le pido paz, cuando soy yo la que debe darle paz a cada día. Le pido besos, bailes, caricias y amor. Y lo mismo: soy yo la que debe besar, bailar, acariciar y amar. No el calendario. Ambiguedades del lenguaje, imagino, no es más. Pero como yo soy así de repelente, y (por desgracia) bien lo saben las chicas del rincón, pues aquí estoy con mis impecabilidades en el hablar y en vez de decir: Pido al año nuevo risas, digo: Intentaré reír más en el año nuevo. No voy a carga sobre él la responsabilidad. Bastante tiene según está el panorama.

Y es que piénsalo bien, todo el mundo pidiendo, pidiendo deseos al  2019. Es imposible. Ni el firmamento entero da para tanto. Pidamos más hacia dentro, que igual lo mismo también vale. Yo prometo poner de mi parte, no rendirme, no parar de buscar la fórmula de la felicidad en cada día, en cada persona a la que amo, admiro o aprecio. Prometo intentar ser feliz, más feliz. Y mejor persona. 

Un beso desde mi burbuja casera. mjo

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