¿Qué dices? No te lo crees. Pues es verdad. No, no exagero. En el mismísimo paraíso. Y lo mejor: rodeada de... ¿ángeles? no. Los ángeles no van al paraíso, al paraíso van las locas, las que se ríen, las que se bañan, las que comen tomates y beben vinos de colores diferentes. Al paraíso van las que sonríen y las que abrazan, las buenas de corazón y nobles de cuerpo y alma. Las bien pensadas, las que dicen sí a la primera y no dejan nada para mañana. Las chicas que quieren pasarlo bien y comparten lo mejor de lo que tienen. Yo lo vi pasar, y me juré a mí misma no dejarlo estar. Proposiciones así no se hacen todos los días. Ni en todas las vidas. Soñé con ello, pensé en ello, y me dije ¿por qué no? Y fue que sí. Y como yo no soy buena pero sí feliz me tocó de premio entrar en el paraíso. Y en ese lugar y con esa compañía -que es también mi premio por creer siempre que la vida devuelve- he disfrutado como una cría en un largo día de verano.
Gracias, anfitriona del paraíso. Compartir con nosotras ese árbol que mira a la isla ha sido un regalo. Me voy a la cama. No sé si podré dormir mucho, pero seguro seguro que esa hierba verde, esa brisa suave y esa charla repleta de risas, aparece en mis sueños. Me apuesto un vino bueno.
Un beso a las 7 fantásticas del apocalipsis. mjo
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