lunes, 21 de octubre de 2019

Buenos modales


Pero que bonita es la amabilidad y a veces ... como escasea. Y es que tengo la piel muy sensible, dice mi señor consorte. Llevo mal las lijaduras, sí. Las personas ásperas me dan dolores. Y es que yo no suelo ser desagradable. No toco el claxon (¿puedo decir claxon en el siglo 21?), no levanto las manos al volante, ni acelero en los pasos de la calle. Me gusta saludar a las vecinas, a los tenderos, a las personas con las que me cruzo cada día. Sonrío si no es algo grave lo que me ocupa, y nunca grito en la calle, ni escupo ni digo tacos a mis amigos. Es más, lo de las palabrotas es algo que llevo fatal. Si las oigo, ya no oigo el resto y si yo digo una, es porque quiero demostrar que estoy muy, pero que muy enfadada, y eso normalmente no se da nunca fuera de casa. La confianza, ya sabes, da asco. El caso es que soy de las que creen que una frase fuera de tono puede arruinar una buena mañana, tarde o noche. Y que una buena relación puede acabar en mala con una sola mirada, un gesto o una fea palabra. Línea, yo hago línea. Tú ahí, y yo aquí. Hasta que se me pase la pataleta o a ti te cambien los modales y las manías esas. Que yo no te he hecho nada para ser diana de tus tonterías.

Un beso de me han hecho pupa. mjo

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