Vive, desde hace un tiempo, en el edificio que hay frente al nuestro. Su balcón y su ventana dan a los nuestros. Si no hay mucho jaleo, nuestras voces llegan altas y claras y podemos mantener una conversación sin ningún problema. Es cierto que, en un principio, planeamos hacernos unos conductores, de esos que te hacías de cria, con dos botes de yogurt y un cordón fino, pero ante la eficacia de las ondas en el aire, descartamos la idea por no verla necesaria.
Hoy hemos salido a dar un pequeño paseo, sin tocar a nadie ni a nada, sin acercarnos a las personas, ni a las cosas, manteniendo las distancias. (Tal vez pronto no podremos hacer tampoco esto.) Y ahí nos hemos encontrado las dos familias. La de mi vecina, y la mía propia. Y hemos charlado a dos metros de distancia, con un jardín verde haciendo de frontera. Felices las dos de vernos y haciendo planes de arcoiris en las ventanas y charlas de barandilla.
Las dos tememos mucho por aitite y amama, las dos somos conscientes de la dificultad de todo esto, somos sensatas, por supuesto, y a la vez también creemos que hay que sacar lo mejor que llevamos dentro. Ella, mi vecina, es de esas personas que sonríen cuando hablan y eso ... es lo que más me gusta de ella.
Un beso de esta tarde trompeta en la ventana. mjo
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