Creo que éste es un buen momento para dedicar unas justas palabras a ese pequeño complemento que se ha colado en nuestras vidas y que, estoy segura, nadie usa como indican las instrucciones.
(No mires para otro lado. Tú tampoco lo haces correctamente. A mí no me engañas.)
Es cierto, porque en eso coincidimos todas, que es un calorazo esto de la mascarilla en espacios públicos, que no favorece un pimiento y que las orejas, después de un buen rato, se resienten, aunque la lleves floja y medio caída. Al fin y al cabo, no estamos acostumbradas a llevar nada colgando de dichos salientes, excepto los pendientes, y algunas no usamos ni eso. Imagina.
A veces te vistes monísima de la muerte, te pones la crema, te pintas los morros de rojo y luego, antes de salir de casa, te plantas esta tela con gomas que te tapa media cara y que justo justo, deja asomar tus pestañas por encima de la línea de visión. Yo, te juro, estoy perdiendo perspectiva, no oigo bien si la llevo puesta y en ocasiones .... veo pelusas. (sí, era un chiste malo relacionado con El sexto sentido. Tengo una amiga que no ha visto la película todavía. Un saludo desde aquí.)
Aun así, creo que también tiene sus ventajas. Aparte, claro, de las obviamente sanitarias. Pero, por no extenderme, lo voy a dejar para la próxima vez que escriba.
Un beso de reflexiones de andar por casa. mjo
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