Hay un perro enorme que acostumbra a saludar nuestros paseos matutinos. Al vernos, corre y se coloca detrás de mí. En algún momento de ese tramo compartido, me chupa el codo, y las babas que lleva en la boca, colgante y perruna, traspasan mi manga. Y noto una humedad fría en la piel. Y pienso: ya me ha chupó el codo otra vez.
No sé si es cariño. Curiosidad. Hambre. Consuelo. Ni idea. Solo sé que es muy grande y que le gusta chuparme el codo. Bueno. Es más de lo que sé de algunas personas que extraño.
Un beso a las amigas a las que no veo porque están muy atareadas. mjo
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