Todas las santas mañanas, mi abuela se esmeraba de manera exasperante en lavarme el cuello y las orejas, hacerme la raya perfecta y engominarme con jabón los mechones rebeldes para presumir, ante el colegio y el mundo, de lo guapo que era. Se ocupaba mucho más de mí que de mis hermanos, parecía que solo cocinara para mí, era claramente injusta cuando repartía las raciones y ponía en mi plato las mejores porciones de carne. Además, cuando yo rompía algo que a mi padre le importaba, se echaba la culpa.
Vida mortal e inmortal de la niña de Milán
Domenico Starnone
He leído que es el mejor escritor vivo de Italia.
Un beso de jueves y lluvia que no para. mjo
Nota: Hoy tendremos el último libro de Annie Ernaux en el rincón. Os leo.
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