sábado, 21 de octubre de 2023

La bañista tendida

 

Las aceras estaban llenas de criaturas de uniforme reclamando la merienda, saltando baldosas, gritando, esperando. Yo esquivaba los llantos, las madres (un poco) ñoñas, los padres descorbatados, presumidos, fingiendo adorar esos breves encuentros cotidianos, ... yo lo esquivaba todo, o al menos lo intentaba. 

La capital un viernes por la tarde está llena de imprevistos que no suelo imaginar. Como el hombre azul. Él se enfadó conmigo porque dudé. Sí, dudé. No sabía si él estaba en el anden adecuado tomando el metro adecuado. Y dudé. Y él se molestó conmigo. Y yo pisé a una chica. Y me disculpé.

La capital un viernes por la tarde tiene las calles más largas y más anchas, y me canso más que cualquier otro día a cualquier otra hora. Ir de un lado a otro me parece un reto costoso y cansino. Y la chica de información no me ayuda y se molesta conmigo porque he interrumpido su lectura. Es lógico, pienso. 

Hoy brillaba el sol en la capital, y nada tenía que ver con el recién pasado viernes. No iba sola. No estaba cansada. Ningún hombre azul se ha molestado conmigo. Las criaturas se pasean sin uniformes. Las calles no me parecen tan largas. Los paseos me parecen maravillosos con ese sol de media tarde curiosamente cálido para estas fechas de octubre. Todo es igual y no lo es nada.

Un beso de Picasso en el Guggenheim. mjo

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