Han sigo muchas las personas que se han puesto en contacto conmigo para saber de mí, y de mi querida y quebrada lavadora. Me han propuesto soluciones de todo tipo. Me han dado ánimos. Me han consolado en la desgracia. Todo pasa, les digo. Lo importante, lo más importante: sacar la ropa mojada. Salvarla del peligro de abandonarla en remojo a un suerte de deterioros que no quiero ni imaginar. Ropa lavada, ropa colgada. ¿No existe un refrán sobre eso? Debería.
El caso es que de vuelta a casa después de un bonito paseo decidí intentarlo de nuevo con la intención de no rendirme bajo ningún concepto. Varios tutoriales y una cinta de pijama de caballero consiguieron la victoria sobre el cierre maltrecho. La puerta se abrió liberando la ropa blanca que clamaba mi nombre como nunca se ha oído. Eureka! gritaría Arquímedes. Aunque en este caso hablamos más de un logro que de un descubrimiento. Pero no pasa nada.
Gracias por vuestra atención/preocupación/dedicación. Gracias.
Un beso de manitas a domicilio. mjo
Nota: La cinta tiene que ser de pijama de caballero. Si es de chica, no vale.
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