Después de años de fiel compañía, ha fallecido mi preciado Philips. Se acabó su música. Se quedó sin voz. Dicen que no tiene arreglo. Que no hay nada que hacer. Y yo me resisto a creerlo. Me enfado con la obsolescencia programada, con el consumismo propio de la época en la que vivimos, y (sobre todo) con la idea de buscar un sustituto.
En él escuché a Rosalia cantar La hija de Juan Simón en Radio 3, a Madredeus gracias a R y R. a Morgan y su Home. Escuché, hasta el agotamiento a Carlos Gardel, a Communards, a Sade, ... Me acompañó en mis años de marieta frente a la plaza, y en mis años junto a la ventana que da a una pescadería, (ahora cerrada) a la ventana de mi vecina, y a las mañanas de lluvia. Es bello. Sigue siendo bello aunque sin voz. He pedido que lo vacíen. Que quiten su peso inerte. Que le apliquen la taxidermia. Porque a pesar de que puedo parecer una loca, creo que aún puede formar parte de mi vida. Como el Second Waltz de Shostakovich.
Un beso al chico que me lo regaló. Porque siempre será uno de los regalos más bonitos que he recibido en mi vida. mjo
¡OOooooooooh! Lo siento muchísimo
ResponderEliminarUn abrazo
Fátima
Gracias amor.
ResponderEliminarPero prometí no hacer dramatismos, y no los haré.
Un beso de Oh, soooole mío!!. mjo
Sí ese "oooih" suema mejor sobre todo si lo entona el grandííísimo Luciano
EliminarFátima