Me ha mirado con cara dulce. Con esa cara que pone ella de ... pues me lo llevo yo, si nadie lo quiere. Con cara de no tengo prisa, pero si empiezo a leerlo esta noche... mejor, claro. Y yo hacía que no veía esa cara. Yo no la miraba.
Me he quedado sin Murakami. Así, de un día para otro. Tenerlo, desearlo y despedirme de él. Todo en día y medio. Y no es la primera vez, no. Con su compañera de al lado me ha pasado un montón de veces. Lo tienen bien estudiado. Y yo siempre caigo. He terminado el último, ya no tengo nada que leer, ... y zas! pico el anzuelo y me quedo sin libro. Lo cedo, lo suelto, lo libero, y me conformo con el que nadie quiere; el de la loca, o el del raro, o el del olvidado.
Nada. A esperar. Me pondré en la cola. En la lista de espera. Lo leeré cuando ya lo hayan leído ellas, las veloces de la cuadrilla. Las que me miran muy bonitas y muy buenas.
Un beso de maestra sin tiza. mjo
Nota: Sabéis que no me importa y que me encanta poder contemplar esa necesidad de leer.
Buenos días, Flor:
ResponderEliminarA mí me está encantando "El infinito en la palma de la mano" de Gioconda Belli.
Mil besos y un abrazo
Fátima