Fue en la selva, en la amazonia ecuatoriana. Los indios shuar estaban llorando a una abuela moribunda. Lloraban sentados, a la orilla de su agonía. Un testigo, venido de otros mundos, preguntó:
- ¿Por qué lloran delante de ella, si todavía está viva?
Y contestaron los que lloraban:
-Para que sepa que la queremos mucho.
El libro de los abrazos
Eduardo Galeano
No hemos llorado delante de ella. Y no lloramos delante de las que se fueron antes. Ella sabía que la queríamos. Igual que lo sabían aquellas que se fueron antes.
Ahora, nos queda la sensación de haber compartido algo con una persona que llegó para quedarse en nuestros corazones. Lástima no haber tenido más tiempo. Un poco más. Pero de nada sirve lamentarse cuando llega la hora de la despedida. Lo importante (y lo sabemos pero se nos olvida) es el ahora y no dejar nada para mañana. Porque a veces, mañana, no existe.
Un beso a la mujer de la voz frágil y la mirada bonita. Porque nos enseñó que nunca hay que rendirse, y que la ilusión es lo que nos mantiene vivas. Gracias.
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