Ayer fue un día lleno de (llamémoslo así) fenómenos extraño-cotidianos. Una castaña pilonga cayó de un árbol de la calle peatonal en perfecta línea recta, emitiendo un silbido de velocidad, para caer a un paso de mí y romperse en tres pedazos exactos en un estruendo tal que hasta las aves del barrio huyeron volando despavoridas. Mi vida pasó ante mí en menos de 2 segundos. Menos aún. Las personas cercanas me miraban sobrecogidas, sabiendo que habían presenciado una señal del destino, un milagro, o, por lo menos, una escena difícil de olvidar.
No quedó el día ahí. Camino de la escuela, el viento huracanado partía ramas con la facilidad con la que un gigante rompe palillos chinos. Volaban por los aires para después caer sobre el asfalto delante mismo de mi furgoneta. Esquivaba, aplastaba, ... un Twister total ante mis ojos. (Si no has visto la película, ya estás tardando.)
Y para terminar el día, preparada como estaba a darlo todo en mi primera clase de yoga, me encuentro con el desastre de dos calcetines (de dedos) del mismo pie. Socorro. ¿Un pie con calcetín y otro desnudo? No. No podía empezar así las respiraciones conscientes y las asanas. Solo podía hacer lo que hice, darle la vuelta al calcetín y ponérmelo del revés para hacer coincidir el dedo gordo en su lugar. Que es, creo yo, el que marca a los demás.
Pudo haber sido un desastre, pero quedó en un día revelador. Nunca sabes lo que acontece. Todo puede pasar.
Un beso de si no sabes lo que son los calcetines con dedos, también estás tardando. mjo