El sábado, 28 de septiembre escribí:
"Antes de que mi mujer se
hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para
ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. No era
ni muy alta ni muy baja, llevaba una melena ni larga ni corta, tenía la
piel seca y amarillenta, sus ojos eran pequeños, los pómulos algo
prominentes, y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse
demasiado personal. Calzaba con unos zapatos negros muy sencillos, se
acercó a la mesa en la que yo estaba sentado con pasos que no eran ni
rápidos ni lentos, ni enérgicos ni débiles."
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