En una heladería, este verano, leí algo así como que si sabes por qué y para qué, el cómo es lo de menos. O el cómo era lo más fácil, o ... no sé, algo parecido. O al menos así lo entendí, y aunque así de malamente lo recuerdo, a mí, me sirve un rato. Me explico, que creo que he empezado poco bien.
Este verano, en una pizarra ... (Creo. Esto tampoco lo tengo claro. Tal vez fue en un folio plastificado) leí una frase de esas que haberlas hay muchas, sabias, cortas, precisas, que alguien alguna vez dijo y alguien seguido escribió para que no se olvidara y porque le gustó, y el chico de la heladería, muy agradable él, tuvo a bien ponerlo en su veraniego establecimiento (dudo que en invierno permanezca en el mismo lugar) para su lectura y por compartirla con personas que mientras esperan, tal como hice yo, leen.
En aquella frase, que no recuerdo con total precisión, entendí algo así como que si en esta vida tienes claro por qué te levantas cada día y para hacer qué cosas (y con quienes, por supuesto) el cómo (y ahí entiendo que se refiere a las posibilidades de esta vida en sociedad que nos ha tocado) es lo de menos. ¿Y tanto rollo para qué? Te preguntarás. Bueno porque hoy al levantarme he pensado: A mí lo que realmente me gusta es ser utíl. Y con esa idea en la cabeza me ha parecido que todos los planetas se alineaban y que una posible respuesta a una de las grandes dudas existenciales de mi vida quedaba, de algún modo y muy sutilmente, apuntalada. Y seguidamente, me he puesto a preparar el desayuno.
No puedes imaginar que ilusión me hizo ayer acudir a Babel, y que una amiga, de esas de toda la vida, me dijera: marijo, necesito hablar en euskera. Por fin, después de todas las veces que ella me ha ayudado a mí, ahora, yo puedo hacer algo por ella. Yuju.
Un beso enorme de jueves, pero sin rincón aún. (Recuerda que empezamos el 3 de octubre a las 7.) mjo
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