Sí, el otro día escuché una voz que me decía: Señora, ¿se quiere sentar aquí? Por supuesto.
Y el resto del trayecto lo hice con la alegría que da el agradecimiento. Deseando que aquel delgado y tatuado chico de pelo negro y claro de piel y yo bajáramos en la misma parada para poder tocarle el hombro con dos dedos y decirle gracias con todas las letras.
El alma es sencilla, y se pone feliz con cosas muy pequeñas. ¿No te pasa?
Un beso al chico de tatuajes que dio ejemplo a los pijos de iban al partido. mjo

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