Sale casi de noche, con su escayola en cabestrillo y unos andares de chico grande que no le caben en el bolsillo. Mira atrás para echarme un saludo (igual que hacía yo con mi madre siempre antes de doblar la esquina) y cruza la carretera sin prisas, torciendo su trayectoria hacía la cartelera de cine. Así, todos los días. En la esquina del juzgado, se reune con otros chicos grandes y después desaparecen de mi vista. Hasta hace muy poquito, el paseo hasta Larrea, me lo hacía yo hasta cuatro veces al día. Todo cambia. Y cambia de un día para otro.
Es movido, travieso y despistado, pero bueno (de bondadoso)... como no está escrito. Tiene menos de lo que se merece, eso fijo. Y las horas del día no me dan para quererle más o ayudarle mejor. Hago solo lo que puedo. Ojalá pudiera hacer más.
A veces soy un hada madrina, y a veces soy el peor sargento. Lo siento. Ya me gustaría ser solo Campanilla y tú mi Peter Pan, pero existe el despertador, los exámenes y la globalización.
Un beso de calorcito. mjo
Nota: Te prometo un fin de semana familiar, casero, lleno de juegos, dibujos, cine y trozos de queso. Por mi honor.
2 comentarios:
Amatxus como tú muy pocas.
Tú eres la reina y algunos somos tus príncipes, el txiki y un servidor...
¡ G R A C I A S !
Siempre me dices cosas bonitas.
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