Lo había pensado, pero no sabía muy bien qué hacer. Ellas me han animado. Su metro escaso es pura dulzura y gracia. Insistían, incluso me libraban de peticiones varias para que yo me centrara en su regalo. Llora en el jantoki, me dicen, y yo no puedo de pura pena. Un libro-corazón con la frase: faltan botatzen zaitugu, y dentro de un sobre verde pistacho, alegre, como a él le gustan las cosas. Su nombre delante, marieta detrás. En el bolsillo guardado hasta el final de la clase. Una pequeña disputa sobre quién sería la mensajera. Todas, resuelvo. Y hemos ido a buscarle corriendo. Al verle he abierto los brazos y se ha hecho uno conmigo. Ilusionado, con su sobre pistacho en la mano. Gustatu zaizu? Oraindik ez dut ikusi. Con cuidado, como si de una perla se tratara, ha sacado el pequeño corazón, ha leído la frase y se le han humedecido los ojos. Acostumbrada estoy a las emociones de las personas adultas, no así a estas tristezas infantiles y casi lloro yo también. A nuestro socorro han acudido un nutrido grupo de compañeras, maestros y andereños. Nadie entendía nada. X. y yo sí. Porque nos echamos de menos.
He prometido que le llevaré algo cada miércoles hasta que volvamos a estar juntos. El tiempo pasa volando, le digo. Y salgo corriendo para no ver su carita triste.
Un beso al niño de las ideas grandes. mjo
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