Nos miró un instante y después siguió adelante. Vimos, incluso, como preguntaba a un transeúnte. Equivocada. Iba en la dirección equivocada. Y mientras nuestro enviado especial volvía, rendido y extrañado, él y yo, en la ventana, veíamos como nuestra caja de cartón, en manos de aquel despistado (mucho GPs, pero al fin y al cabo despistado) se alejaba y se alejaba. Le hemos visto, corre, no dejes que se vaya, le increpábamos al enviado. Baja, persíguele y no vuelvas sin nuestro tesoro. Esto de la mensajería es muy curioso. Puedes ver (gracias a una aplicación) por donde anda tu pedido, pero al final, lo que cuenta, es que salgas a la ventana y le digas a voz en grito. ¡Es aquí, aquí!
Por fin ha llegado otra Walle a nuestra familia y ya van 4. Esta vez se trata de cine. Bravo.
Un beso de hoy encienden el árbol. mjo
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