"En 1893 el doctor Cuenca tenía, además de sus cincuenta y cuatro años de vida, un justo y bien consolidado prestigio profesional. A eso se apegaba sin reticencias desde la muerte de la mujer en la que había engendrado dos hijos y a la que no se cansaría de añorar cada mañana, como si fuera la primera en la que negaba su presencia."
Mal de amores. Ángeles Mastretta.
Un beso a los viudos. mjo
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