En la 33 me levanto. En la 45 lo dejo. En la 72 cierro el libro y me voy a desayunar. Lo prometo. Así desde antes del amanecer hasta las diez de la mañana. Despertarse un sábado y quedarse en la cama a leer con la calidez de las sábanas blancas y la luz del día entrando por la ventana. ¿Puede haber placer igual? Y la brisa italiana se cuela hasta mi cara, y veo la casona y los cuerpos en la piscina del jardín, el balcón, los libros, las vías de la estación abandonada. Y me olvido de las tareas, de la lista de la compra, del horario y de las prisas hasta mañana. No, mañana es domingo, hasta el lunes, por favor. Y me derrito pensando en la posibilidad de terminar el desayuno y agarrar de nuevo el libro y dejarme llevar. ¿Será posible? No. Hoy toca Jokoan. Tremenda realidad. Yo quiero vivir en el mundo de los sueños y las historias. Aunque sea solo por un par de horas más.
Un beso de ojalá. mjo
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