jueves, 24 de enero de 2019

Estampas


El viento se lleva el paraguas, la falda, el abrigo. Te agarras las solapas con fuerza y entonces, de la mano, se caen las llaves. Al recogerlas, el pañuelo de lana del cuello toca suelo. Charco. Charco grande. Se empapan los flecos. En un impulso certero lo devuelves a su sitio... y te moja la cara. Dejas el paraguas en el suelo, agarras bien la bolsa, que al ser de papel empieza a romperse. Te estiras el bajo de la falda. Mal día para minis y medias negras. Te cierras el abrigo con doble vuelta. El paraguas vuelca, se arrastra, cae en la zanja del agua. Te estiras, lo tomas del palo, patinas, y entonces la bolsa se abre. El pegamento, las pinturas, el trapo, todo rueda, claro, hasta la zanja. Respiras. Respiras. No es suficiente. Respiras más. La lluvia. ¿No había mencionado la lluvia? Cae sobre tu cabeza descubierta y ya el agua resbala por la cara, por el cuello también descubierto porque no tiene el pañuelo de lana que te has quitado porque las puntas estaban mojadas. Protestas en voz baja. ¿Dónde está la cámara? 

Me gusta el invierno. Con sus mañanas oscuras, su lluvia continua y este frío de abrigo, gorro y bufanda. Me gusta el invierno porque al llegar a casa, está calentita. Y me quito las botas mojadas, la ropa mojada, y pienso: ¡qué suerte tengo!

Un beso de calamitosa. mjo

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