viernes, 26 de septiembre de 2014

A vueltas con lo de siempre.


Hoy he tenido que escuchar que una solución al problema de las cacas de los perros olvidadas en las calles o parques de nuestro pueblo sería poner bozales a las personas que no tienen perro para que se callen o para que no se quejen. Y que no hay que ser tan limpita. (¿¡...!?)

Como ya sabéis, tengo más paciencia que una babosa esperando a una tortuga en la cuesta de Santo Domingo, por lo tanto no le he saltado al cuello, no le he insultado, y me he limitado a pedir al cielo un poco de cerebro para algunos seres humanos. 

También me han dicho que algunas personas deberíamos asumir un aumento de tolerancia ante las nimiedades que nos suponen infelicidad, tales como pisar (sí) caca de perro.

Increíble pero cierto, una vez más la realidad social supera toda ficción cinematográfica y yo, una sencilla ciudadana que está harta de lidiar con zapatillas sucias o ruedas de bicicletas pringadas, se tiene que morder la lengua, sujetar el puño y respirar profundo. Buen rollo.

Estoy aprendiendo mucho ultimamente del ser humano. Bueno, malo y regular. De todo un poco.

Un beso de por fin es viernes y esta noche salimos. mjo

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