No me olvidé de que tengo un blog. Es más que estuve ocupada. Excursiones, teatros, cumpleaños, cine, prácticas de chico grande. Si no se puede, no se puede. Y no pasa nada. Nadie me va a echar de menos. ¿O sí? No lo sé. No importa. Nos vamos arreglando así. ¿No es cierto? Escribo cuando puedo. Y cuando tengo algo que contar. Pero sobre todo, cuando puedo. Porque algo que contar siempre tengo. Aunque sea pequeño. Todo me parece digno de ser contado. El pescatero, que movió su furgoneta para que yo aparcara la mía. La película argentina de ayer, Empieza el baile. El sol, que salió de nuevo. El pan de semillas, que cada día me parece más bueno. Las clases. Los pompones prometidos. La cita de esta tarde con las chicas de cuentas. La semana que avanza. Las buenas notas. Las ilusiones. Las preocupaciones. Todo se convierte en palabras. Que fluyen dentro de mi cabeza. A veces, las escribo aquí. Y a veces, me las callo todas.
Un beso de buscando libros para mañana. mjo
Nota: El pan de Bertoko, por supuesto.
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