Prometía ser una velada para recordar en la vejez. Y así fue. Ya me llevo otro dulce recuerdo a la caja de cosas lindas. El trayecto en tren a la capi, el previo a la cena con croqueta caliente incluida, la llegada de las rezagadas, las fotos (todo el rato fotos), la cena, los postres, la música, la llegada a casa (con los dedos de los pies doloridos por el baile y los tacones) todo, ... todo digno de recordar. Lo único que dejo fuera son las agujetas y el sueño acumulado. Hoy es lunes y aún en mi cerebro hay neuronas que no funcionan del todo. Démosles tiempo.
Pensé renunciar a los zapatos altos y el vestido fino pensando que la noche no estaría para tales valentías. Pero nos sorprendió una jornada nada fría y pensé: ¡Qué porras, un día es un día! Vestido de las rebajas, medias nuevas, lo zapatos caros y el abrigo bueno (al menos para mí lo es), el bolso de la caperucita de las cuentas, la barra roja que también ella me regaló para darle color al conjunto y mi inseparable anillo negro (regalo de la chica que un día me dijo que lo tenía todo) Nada más. Y nada menos. (Las chicas del rincón habrían estado orgullosas de mí) Me reí mucho, cené muy bien y bailé todo lo que pude. ¿Se puede pedir algo más a una juega con la cuadrilla? Sí, tener al chico más guapo del barrio a mi lado bailando. Gracias, marido.
Un beso de lunes (el primero de febrero). mjo
Nota: Dedico este post a mis amigas del alma. Envejecer juntas es un honor.
1 comentario:
Igualmente. ¡Qué tipazo con el abrigo!
Un beso
Fátima
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