sábado, 11 de febrero de 2017

Una caja de sorpresas


Lo de ayer no fue una comida de trabajo. Fue otra cosa para la cual no hay aún un nombre definido. Las horas pasaron volando. Me tuve que ir al llegar la noche. Me acompañaron una luna llena enorme, brillante y la música (de la buena) bien alta, en un viaje de vuelta a casa en el que me dediqué a repasar lo que había visto, lo que hablamos, lo que nos reímos. 

Hay detalles que se quedarán en algún lugar de mi mente, como el de esa entrada por un jardín encantado (y abandonado, de paso, a la suerte de un viento de otoño), o la visión de un pozo desnudo, iluminado desde el gran ventanal que muestra un cielo claro. O la imagen loca de la energía tuya en ese cambio (necesario, urgente, rápido) de un montón de bombillas. Había tantos tesoros escondidos, que mi cabeza soñaba con volver y aún no me había ido. Y lo mejor de todo, claro, no podía ser de otra manera, nuestra charla, interrumpida mil veces, apasionada, alegre, ilusionada. 

Haremos cosas, estoy segura. Prometo que voy a poner un orden mágico en ese sueño tuyo de crear un estilo propio. Tú ya lo tienes. Sigamos. 

Un beso de cristal y madera. mjo 

Nota: Qué pequeñito es el mundo, y cómo nos lleva la vida de un lugar a otro para luego juntarnos.

Otra nota: Gracias.

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