jueves, 26 de mayo de 2011

Mi gozo en un pozo.

Ayer me quitaron la barandilla (o el parachoques, como dice una amiga) y hoy me han puesto un retenedor de plástico. Vaya. Y eso que ya lo sabía, pero ... ¡da una pena!. Unos dientes tan hermosos (y lo digo por grandes ya que realmente son enormes) y tan ordenados y tan limpios ... guardados bajo una funda transparente. Ay. Y tendré que llevarlo 6 meses. Día y noche. Noche y día. Ay, ay.

Bueno no importa, no pasa nada. Lo importante es lo importante y esto son sólo tonterías.

Y sé que muchas veces lo que esperáis son esas tonterías (la situación en el mundo ya está bastante sería). Y sé que aunque no vengáis al rincón (familia, amigos, compañeras) leéis este blog para saber cual será el tema del día. Cada uno (prometo) será diferente. Para no aburriros. (Sí, he dicho "será" porque si no hay ningún impedimento, aunque estemos de vacaciones seguiremos en contacto a través de este espacio en la red.) Cuando Edu (mi encantador amigo Edu, buen rollito, el informático) me hizo este blog y me explicó su función, yo pensé, no sé si seré capaz de hacerlo andar. Pues ya ves, ya ha pasado un tiempo, más de 7 mil visitas y un montón de comentarios.

Puedo decir eso de "me doy con un canto en los dientes". No. Que llevo retenedor.

Un beso plasticoso. marijo, pelo corto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si hubiera podido levantarla, la habría llevado en brazos al interior. Pero yo también era demasiado viejo y estaba demasiado cansado y nosotros sólo queríamos volver a la cama, a dormir juntos para poder despertarnos y que fuera por la mañana en nuestra casa otra vez. Pero ninguno de los dos durmió mucho esa noche. Nuestra cama parecía moverse otra vez. Ambos teníamos miedo de que uno de nosotros no llegara a despertarse.

MICHAEL KIMBALL, Lo que queda de nostros
Tusquet Editores

marieta soul dijo...

Gracias lectora. Tomo nota. Aquí, el argumento.
"Una profunda desolación embarga al protagonista de Lo que queda de nosotros cuando su mujer sufre un colapso y comprende que, si se recupera, tal vez se convierta en una enferma terminal. Para intentar despertarla del coma en que se ha sumido, el hombre dispensa a su mujer delicados cuidados y le lleva objetos que le son familiares: sus libros, su cepillo del pelo, flores del jardín, e incluso grabaciones de los ruidos cotidianos de su casa, como pisadas sobre el entarimado o el runrún de los electrodomésticos. La preocupación por su bienestar es tal que el hombre pierde la noción del tiempo, y al final su único deseo es reunirse cuanto antes con ella. Años después, el nieto vuelve a contar la agónica muerte de su abuela, en un intento por comprender la existencia que ésta llevó, lo que significó para su abuelo y, sobre todo, cuánto amor puede acumularse durante una vida en común, para que perdure incluso más allá de la muerte."
Muac. marijo

Anónimo dijo...

Así, a pelo, la sinopsis de esta pequeña obra suena tremenda pero, no sé por qué, me dejé llevar por ella.
Es una lectura fácil, pero te hace pararte y pensar, y pensar, y sentir, y recordar, y recapacitar, y volver a recordar, volver a sentir, volver a pensar. Y el regusto final no es, para nada, amargo ni desolador.
Requetemuacc!

marieta soul dijo...

¿Es de la biblioteca? Cuando termines ese libro, me lo pasas y lo leo.
A ti te debo haber leido a Hector Abad Faciolince, a Hiromi Kawakami, ...
Nos vemos, pero ni el lunes ni el martes, que tengo curso.
Muak, muak eta muak.