Parecía que no, pero al final fue que sí. Y allá que nos colamos, entre canción y canción con la chica de la sonrisa (que según el chico del violín es más maja que las pesetas) a disfrutar de un estupendo concierto. Mucha música y también algo de gastronomía. Contó que se conocieron en Portugal y que allí surgió la idea. Original, divertida y muy rica. Probamos, claro. Tenían (sorpresa) unos platitos escondidos para que pudiéramos degustar a gusto. Tocaron unas canciones del primero y otras del segundo. Bromearon, como siempre. Y como tienen tanta facilidad para tocar bien como para hacer sonreír, se metieron al público asistente en el bolsillo en 2 minutos. Mi trompetista favorito, agotado imagino pero contento, tardó menos aún en rendirse al sueño. Eso sí, primero Mortadelo y Filemón. Un capítulo, por favor.
Un beso de cuerdas y fuelles. mjo
Nota: El título te lo explico yo en persona.
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