"A punto de cumplir cincuenta primaveras, Alonso Ríos necesitaba gafas para leer de cerca pero su coquetería masculina le desaconsejaba su uso, y sin duda esta primaba por encima de la opinión de su oculista. Por eso sostenía la carta a una distancia considerable ..."
Capítulo 13 del último libro publicado de Mamen Sánchez
No es mi caso, pienso. De coqueta tengo menos que de surfera australiana. Siempre me ha gustado más ver, que ser vista. Por lo tanto, y cerca también de las 50 primaveras, otoños y demás periodos, cuento ya con tres gafas de manejo diario: para la lectura, el trabajo y, por su puesto, la agenda del teléfono móvil y fijo. No veo un clavito ya. Ni de cerca ni de un poco más lejos. Y es que si lo alejo mucho, ya tampoco veo, porque el objeto se torna cada vez más pequeño y no hay manera. Además, siempre he pensado que estoy más mona con gafas que sin ellas, disimulan arrugas, cansancio y ojeras. ¿Qué más quiero?
Un beso de viernes con mucho sueño. mjo