domingo, 18 de junio de 2017

Ay


No puedo decir que vi pasar la vida ante mis ojos en apenas unos segundos. Estaría exagerando. Pero os puedo asegurar que lo que sí vi, fue una larga lista de cosas por hacer y que ahora (con un dedo a lo E.T.) resultarían ser bastante más difíciles. Y es que el dedo índice de la mano derecha es... el dedo índice de la mano derecha.

Sé que algún familiar mio leerá estas palabras y se llevará las manos a la cabeza. Tranquilo. Tampoco es para tanto.

Ayer, cargada de cestas, compras y solucionando problemillas domésticos con mi fiel escudero de batallas, entré alegremente (como lo hago siempre) en el ascensor de nuestro anticuado edificio. Un dedo (el anteriormente mencionado) despistó su localización en el mapa y se quedó en la trayectoria de la puerta (por la parte de la bisagra) para ser sin piedad aplastado, doblado y cortado. Ay, dolor, que horrible sensación humana. Empujé como pude la puerta para liberar a la presa de su tortura y salimos corriendo con destino al ambulatorio más cercano. Sangraba, sí, sangraba y pensé por un momento: ¿Dónde vas, ángel de amor, con esa tremenda herida? Anda, para, que pones la acera de sangre toda perdida. Mi acompañante (un puntito nervioso) telefoneó a quien siempre nos salva en estos berenjenales. Comprando fruta estaba, y cuando llegó, yo ya empezaba a notar como la cabeza se me iba un poco de aquí para allá. Vamos, un mareo en toda regla, que suele ser lo habitual. El susto, la hipótesis de tener que abandonar una posible carrera como dibujante, la plancha, la ducha, la comida, el teclado del ordenador, ... todo se me hacía ahora un poco cuesta arriba. Me senté a lo sombra y, mientras ellos se ocupaban de cestas, compras y frutas varias, yo tomé la firme decisión de no rendirme jamas, ni siquiera con nueve dedos y medio. 

Lo demás, os lo podéis imaginar, una enfermera encantadora, betadine, puntos de mentira y a casita (esta vez vigilando bien de cerca los movimientos del mundo con respecto a mi maltratado y pequeño dedo) Mimos, siesta y a Bilbao a la Noche Blanca, que lo prometido es deuda.

Un beso de pupa, pupa. mjo

Nota: Mira, mira como puedo escribir en este blog sin utilizar ese dedo.

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