Con el pan (de cada día), al fresco de la mañana y dando un rodeo para llamar a mi amiga R., me he regalado un paseo por el parque rojo repleto de floridos tilos. El aroma que desprenden es una cosa que no tiene nombre. (Lo sé, para gustos se hicieron los colores.) Dulce. Muy dulce. Los días de aire el olor llega hasta nuestra ventana. Y siento cosquillas en los recuerdos. Ella y yo paseábamos bajo su sombra aspirando bien para no perdernos nada.
Mi nariz es hermosa, cuento con ventaja. Percibo el perfume con todos mis sentidos y me extraño al contemplar que estoy sola ante tanto regalo de la naturaleza. Gracias 18 de junio. Y gracias por las mañanas frescas, el pan tierno y el olor a tilo en primavera.
Un beso de ya es martes. mjo
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