Llegó la policía. Traficábamos. Ella y yo. Yo y ella. ¿Tenemos pinta de delincuentes, señor agente? Esto no es lo que parece.
A media tarde, en un aparcamiento. Traficábamos, sí, con dos libros que han tardado un año en ver la luz de nuevo. Y nosotras hemos obrado el milagro. Con momentos de duda, de repaso, de debate, y momentos de avellanas, de fuego bajo, de mensajes. Por fin los vemos, los tocamos, los abrimos. Son suaves. Bonitos. Impecables. Todo, bajo la atenta mirada de la fuerzas de la ley y el orden. Que situación tan incrédula. Si nos estaba viendo desde algún lugar, tuvo que reír entre calada y calada. Vaya dos, pensando, vaya dos.
Volví a casa y estaba hambrienta. Ella también. Traficar y caminar abre mucho el apetito, todo el mundo lo sabe.
Un beso a la chica que necesita un sombrero para viajar a Turquía. mjo
Nota: Los libros son ...
Cabreos varios y Razones para resistir, de Andoni Unzalu
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