El capote, la virgen y un porrón de Santos. Hay que ver la suerte que tienen algunas personas en los encierros. Diez rosarios le rezaba yo a quien fuera por salvarme después de los revolcones que estoy viendo, retransmitido, cada mañana. Sinceramente creo que es la bondad de los toros grandes esos; que corren y corren y no les da por mirar de lado y meterte el cuerno, bien hondo, por el costado. Milagro, milagro.
Carreras bonitas, muchísima gente y una cosa buena: no han repetido este año eso de poner un controlador de ritmos cardiacos a los corredores. Aquello fue un poco desastre: corredor con aparato, corredor que no hacía carrera. (Y digo corredor porque no vi que se lo pusieran a ninguna corredora)
Un beso de pañuelo rojo. mjo
Nota: Al chico del blusón negro, un especial saludo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario