A las 7 de la mañana, como tres escapistas en plena huida, corremos escaleras abajo en busca de nuestra merecida libertad. Al llegar a la calle, el fresco nos hace cosquillas en la coronilla y la niebla nos va marcando el paso, mientras cede ante los primeros rayos del sol naciente. Nos da la risa no ver a nadie. Nos sentimos grandes ante tanta soledad. Las aceras son nuestras y también los caminos, las rosas, las vacas, ... nadie nos sale al paso, nadie nos hace cambiar la ruta. A quien madruga, ... le tocan los mejores caracoles. Uno a uno, los vamos quitando para que luego, con el pasear de paseantes no mueran aplastados en la orilla de sus verdes hierbas. Llegamos a la iglesia y seguimos sin ver a nadie. Gallos, pájaros, algún perro. Todo lo demás es luz, paisaje y el rocio fresco sobre la naturaleza. Está bien esta última costrumbre nuestra. Está muy bien esto de salir temprano para surcar caminos y volver cuando despierta el resto de este mundo nuestro.
Un beso a la cabra de la curva. mjo
Nota: Una amiga apadrinó un burro, ....
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